De Hoorn a Kaap Hoorn
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nov 10
#9: Vizcaya ya es historia
Publicado a las 12:06

“Al final venció Hércules. Y mandó hacer una torre muy grande, e hizo meter la cabeza de Gerión en los cimientos, y mandó poblar una gran ciudad. Y el primer poblador fue una mujer. Fue una mujer cuyo nombre era Coruña” Alfonso X El Sabio.
...Hola!
El pasado lunes 5, a las 23:55 hrs., desamarramos del muelle de Camaret-sur-Mer, en Bretagne, y silenciosamente avanzamos entre los yates, sintiendo el peso de una noche muy oscura. A nuestro andar, las luces de la costanera parpadeaban entre los palos, y la brisa acariciaba las jarcias como a las cuerdas de un arpa. A la salida del puerto, esa sinfonía monótona de cabos fue traspasada por el sonido agudo de un pito de contramaestre que nos llegó del yate de unos ingleses que habíamos conocido en la espera. Todos ellos nos esperaban en cubierta para despedirse de nosotros y ungirnos con frases de buenos deseos: buena navegación, buenos vientos, feliz llegada a puerto!
Saliendo del puerto deportivo, pusimos proa al suroeste, esquivando las bollas de los pescadores. A poco andar, apagamos el motor y desenrollamos todas las velas, que se hincharon de inmediato con un vigoroso viento del norte, que nos llegaba de través, por estribor.
Un gran desafío se asomaba sobre la oscuridad de la proa: el cruce integral del Golfo de Vizcaya, de norte a sur, en pleno otoño.
La travesía había sido planificada ciudadosamente. Aunque el meteo anunciaba una ventana de buen tiempo, suficientemente larga para cruzar hasta La Coruña, igualmente nos habíamos apertrechado con equipamiento suficiente para navegar con mal tiempo. La experiencia ya nos demostraba que los meteos en esta parte y época del año son muy inexactos. Además, para después de la ventana se anunciaba un furioso temporal, con viento oeste por sobre los 40 nudos. Para su llegada debíamos estar bien refugiados en algún puerto.
La extensa travesía del Golfo de Vizcaya es muy temida por los navegantes. Y con razón. En él se desatan temporales extraordinariamente violentos. Los yates lo cruzan normalmente entre mayo y agosto. A partir de septiembre, las condiciones empeoran dramáticamente. Y por ello, en todas las marinas por las que pasamos nos advertían en forma recurrente que estábamos fuera de temporada para cruzar. Más de alguno nos calificó de "locos". Pero no somos los únicos, ya que en Camaret habían otros dos veleros con intenciones de cruzar, que finalmente no se concretaron. Ello contrasta con los cientos o de veleros que cruzan el Vizcaya en otros meses del año, y que se atochan en estos puertos, en su ir y venir.
Atravesar el Golfo de Vizcaya puede ser un infierno imposible de olvidar.
Cuando el mar de fondo se hace contrario a los vientos dominantes, que pueden llegar a ser muy intensos debido a la canalización de masas de aire en la cordillera Cantábrica, se levantan marejadas enormes, con frentes de olas cruzados, dando lugar a aguas confusas y muy peligrosas.
En las costas de Bretaña, donde la profundidad disminuye bruscamente cerca de la orilla, se desencadena toda la furia de los mares que convierten su brutal energía en olas descomunales:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=m2LeNBY_5gk (link)
En el golfo de Vizcaya el océano pasa bruscamente de profundidades abisales de varios kilómetros, a profundidades que van sólo de cien a doscientos metros, lo cual fuerza a las corrientes marinas a subir a la superficie. Cuando estas corrientes se enfrentan a trenes de olas que vienen en sentido contrario -con viento norte, por ejemplo, que era nuestro caso-, se forman olas muy verticales.
Esperábamos completar la travesía del Vizcaya, de 350 millas náuticas, en tres o cuatro días.
Luego de avanzar hacia el oeste por algunas horas, caímos al Suroeste, rumbo 210°, con un viento de aleta de 20 a 30 nudos, que nos ofrecía un andar de siete a ocho nudos.
Las condiciones se mantuvieron estables por cerca de 30 horas, lo que nos permitió entrar en la zona abisal sin complicaciones.
En la madrugada del miércoles, el viento comenzó a rolar al Este, y bajó casi por completo, por lo que continuamos a motor por seis horas, hasta el amanecer, cuando la velocidad del viento se intensifico hasta promediar los 15 nudos.
Durante esa jornada fuimos seguidos por un grupo de delfines durante más de cuatro horas, y avistamos ballenas en varias ocasiones. Una de ellas emergió a menos de 100 metros de nuestro barco.
Hacia la medianoche, el viento Este roló un poco al norte, y se incrementó peligrosamente, superando en ocasiones los 35 nudos. La enorme marejada de olas cruzadas sacudía con violencia el casco. Redujimos la superficie vélica a menos de la mitad, enrollando la génova, mayor y mesana. Aún así el yate a ratos se hacía difícil de controlar. Durante el andar era necesario corregir el rumbo con la caña, cada vez que el oleaje que nos alcanzaba por aleta.
Firmes al timón, y con algunas lluvias, sostuvimos un andar de 6 nudos. Avanzando la noche, el viento comenzó a bajar en intensidad. Al amanecer, soplaba suave del Este.
Ya podíamos ver tierra.
Los enormes acantilados de la Costa de la Muerte en Galicia se asomaban en el horizonte.
Después de cruzarnos con algunos pesqueros, nos aproximamos a la gran Rada donde se encuentra La Coruña.
A la distancia ya podíamos distinguir la figura esbelta de la Torre de Hércules, un faro construido por los romanos en el siglo I d.c., el más antiguo del mundo aún en uso, que por casi 2000 años ha guiado a los navegantes al refugio de La Coruña, en esta otra Finis Terre.
Atrás quedaba la tierra del camembert, del vino tinto y del croissant.... había llegado el turno de las tapas, el pulpo a la gallega y la cerveza!
...Hola!
El pasado lunes 5, a las 23:55 hrs., desamarramos del muelle de Camaret-sur-Mer, en Bretagne, y silenciosamente avanzamos entre los yates, sintiendo el peso de una noche muy oscura. A nuestro andar, las luces de la costanera parpadeaban entre los palos, y la brisa acariciaba las jarcias como a las cuerdas de un arpa. A la salida del puerto, esa sinfonía monótona de cabos fue traspasada por el sonido agudo de un pito de contramaestre que nos llegó del yate de unos ingleses que habíamos conocido en la espera. Todos ellos nos esperaban en cubierta para despedirse de nosotros y ungirnos con frases de buenos deseos: buena navegación, buenos vientos, feliz llegada a puerto!
Saliendo del puerto deportivo, pusimos proa al suroeste, esquivando las bollas de los pescadores. A poco andar, apagamos el motor y desenrollamos todas las velas, que se hincharon de inmediato con un vigoroso viento del norte, que nos llegaba de través, por estribor.
Un gran desafío se asomaba sobre la oscuridad de la proa: el cruce integral del Golfo de Vizcaya, de norte a sur, en pleno otoño.
La travesía había sido planificada ciudadosamente. Aunque el meteo anunciaba una ventana de buen tiempo, suficientemente larga para cruzar hasta La Coruña, igualmente nos habíamos apertrechado con equipamiento suficiente para navegar con mal tiempo. La experiencia ya nos demostraba que los meteos en esta parte y época del año son muy inexactos. Además, para después de la ventana se anunciaba un furioso temporal, con viento oeste por sobre los 40 nudos. Para su llegada debíamos estar bien refugiados en algún puerto.
La extensa travesía del Golfo de Vizcaya es muy temida por los navegantes. Y con razón. En él se desatan temporales extraordinariamente violentos. Los yates lo cruzan normalmente entre mayo y agosto. A partir de septiembre, las condiciones empeoran dramáticamente. Y por ello, en todas las marinas por las que pasamos nos advertían en forma recurrente que estábamos fuera de temporada para cruzar. Más de alguno nos calificó de "locos". Pero no somos los únicos, ya que en Camaret habían otros dos veleros con intenciones de cruzar, que finalmente no se concretaron. Ello contrasta con los cientos o de veleros que cruzan el Vizcaya en otros meses del año, y que se atochan en estos puertos, en su ir y venir.
Atravesar el Golfo de Vizcaya puede ser un infierno imposible de olvidar.
Cuando el mar de fondo se hace contrario a los vientos dominantes, que pueden llegar a ser muy intensos debido a la canalización de masas de aire en la cordillera Cantábrica, se levantan marejadas enormes, con frentes de olas cruzados, dando lugar a aguas confusas y muy peligrosas.
En las costas de Bretaña, donde la profundidad disminuye bruscamente cerca de la orilla, se desencadena toda la furia de los mares que convierten su brutal energía en olas descomunales:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=m2LeNBY_5gk (link)
En el golfo de Vizcaya el océano pasa bruscamente de profundidades abisales de varios kilómetros, a profundidades que van sólo de cien a doscientos metros, lo cual fuerza a las corrientes marinas a subir a la superficie. Cuando estas corrientes se enfrentan a trenes de olas que vienen en sentido contrario -con viento norte, por ejemplo, que era nuestro caso-, se forman olas muy verticales.
Esperábamos completar la travesía del Vizcaya, de 350 millas náuticas, en tres o cuatro días.
Luego de avanzar hacia el oeste por algunas horas, caímos al Suroeste, rumbo 210°, con un viento de aleta de 20 a 30 nudos, que nos ofrecía un andar de siete a ocho nudos.
Las condiciones se mantuvieron estables por cerca de 30 horas, lo que nos permitió entrar en la zona abisal sin complicaciones.
En la madrugada del miércoles, el viento comenzó a rolar al Este, y bajó casi por completo, por lo que continuamos a motor por seis horas, hasta el amanecer, cuando la velocidad del viento se intensifico hasta promediar los 15 nudos.
Durante esa jornada fuimos seguidos por un grupo de delfines durante más de cuatro horas, y avistamos ballenas en varias ocasiones. Una de ellas emergió a menos de 100 metros de nuestro barco.
Hacia la medianoche, el viento Este roló un poco al norte, y se incrementó peligrosamente, superando en ocasiones los 35 nudos. La enorme marejada de olas cruzadas sacudía con violencia el casco. Redujimos la superficie vélica a menos de la mitad, enrollando la génova, mayor y mesana. Aún así el yate a ratos se hacía difícil de controlar. Durante el andar era necesario corregir el rumbo con la caña, cada vez que el oleaje que nos alcanzaba por aleta.
Firmes al timón, y con algunas lluvias, sostuvimos un andar de 6 nudos. Avanzando la noche, el viento comenzó a bajar en intensidad. Al amanecer, soplaba suave del Este.
Ya podíamos ver tierra.
Los enormes acantilados de la Costa de la Muerte en Galicia se asomaban en el horizonte.
Después de cruzarnos con algunos pesqueros, nos aproximamos a la gran Rada donde se encuentra La Coruña.
A la distancia ya podíamos distinguir la figura esbelta de la Torre de Hércules, un faro construido por los romanos en el siglo I d.c., el más antiguo del mundo aún en uso, que por casi 2000 años ha guiado a los navegantes al refugio de La Coruña, en esta otra Finis Terre.
Atrás quedaba la tierra del camembert, del vino tinto y del croissant.... había llegado el turno de las tapas, el pulpo a la gallega y la cerveza!
- Nombre: A Coruña
- Elevación: 0 m
- Latitud: 43° 22’ 5” Norte
- Longitud: 8° 23’ 6” Oeste

Reparando el enrollador, a 17 metros de la cubierta... alguien pensó que los veleristas no escalamos?

Revisamos el meteo todos los días, en varios momentos. Seguimos atentos la evolución del tiempo en el atlántico norte.
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