Expenews-USS-FUGA

Finalmente...EN SUDAMÉRICA!!!

Después de 17 días sin ver otra cosa que el océano infinito, finalmente la silueta rocosa del “Morro do Pico” se asomó en el horizonte como un colosal faro de granito, anunciándonos la proximidad del Archipiélago Fernando de Noronha... Sudamérica!!! que dulce palabra!!!

Dando la vuelta a la isla Rata, entramos lentamente en la bahía de Sao Antonio, buscando un sitio seguro para largar la cadena del ancla.

Unas horas más tarde desembarcábamos con el dinghy en una costa de belleza sublime, rebosante de selvas, praderas y flores acariciadas por un aroma a tierra húmeda y orgánica

Caminamos un poco y en seguida nos sentimos cansados. Nuestras piernas se sentían débiles después de 17 días de navegación.

Para el que está muchas horas sediento, el agua tiene mejor sabor. Lo mismo puede decirse de la falta de tierra firme. Y el sabor de caminar por tierra es tanto mayor cuando lo haces por un paraíso como Fernando de Noronha.

Llegando a la Vila dos Remedios después de media hora de caminata, escalamos en el placer sirviéndonos un buen corte de vacuno asado con ensalada fresca.

Con el cruce de Minelo a Fernando de Noronha conseguíamos varios hitos en nuestra travesía al Cabo de Hornos. Alcanzábamos el tercer continente del viaje, luego de pasar por Europa y África. Al cruzar el Ecuador, pasábamos de un hemisferio a otro, y de primavera a otoño en un segundo, haciendo de este viaje una travesía más bien “invernal”. También conseguíamos cruzar el océano Atlántico, de este a oeste.

La travesía del Atlántico y el cruce del Ecuador no presentaron mayores dificultades. Zarpamos de Mindelo con un fuerte viento del Este, que a ratos superaba los 40 nudos, con los Alisios formando un venturi entre las islas Santo Antao y Sao Vicente.

Dejando atrás esas islas, el viento bajó hasta promediar los 20 nudos. Entonces pusimos proa al suroeste, en busca de los 27 grados de longitud. Alcanzada esa posición, orientamos nuestro rumbo hacia el sur, procurando mantenernos entre los 26 y 28 grados de longitud. Estando próximos a los 4 grados de latitud norte, entramos en la zona de calmas ecuatoriales, donde los vientos Alisios desaparecen, elevándose hacia la estratósfera, para dejar bajo ellos un cinturón planetario de mar llana, donde los vientos sólo se presentan ocasionalmente en forma de violentos chubascos de lluvia caliente, que duran algunos minutosy que se suceden en forma alternada, viajando bajo cúmulos de nubes que deambulan como islas erráticas hacia cualquier dirección, y que son visibles a gran distancia, tal como los chubascos que se suceden como olas en las pampas de Patagonia.

Sobre las aguas calmas emergen bandadas de peces voladores, que a veces vienen a caer sobre la cubierta del yate.

Imperdible detener el motor por un momento, y darse una zambullida en medio de esa inmensidad!

Las puestas de sol en esta zona de calmas ofrecen espectáculos de belleza sublime.

Alcanzando el segundo grado de latitud sur, los Alisios reaparecieron tímidamente, primero como una brisa del sureste, y luego como un viento de través que promediaba los 15 nudos. Entonces caímos a estribor, poniendo rumbo primero a Salvador de Bahía, y luego a Fernando de Noronha.

A lo largo del cruce, el comportamiento del yate fue excelente. Todos sus componentes y mejoras respondieron fielmente (Manolo: el electrógeno fue una pieza fundamental!)

Atrás quedaba África y nuestra feliz estadía en Cabo Verde, un país de medio millón de habitantes, donde la gente habla con admiración y hasta con afecto de sus gobernantes, donde la música ocupa un lugar central en cada comunidad, y donde no existe cine ni Mc Donalds.Un país alegre, culto, joven y colorido, donde el 50% de la población vive en el extranjero, principalmente en EE.UU., Portugal y Holanda, contribuyendo con sus remesas a formar más de la mitad del PIB.

Luego de recorrer Fernando de Noronha, isla pequeña pero llena de rincones interesantes, al quinto día zarpamos con rumbo a Paraíba, navegando con viento de ceñida. Al segundo día, y contra los pronósticos, el viento roló al sur, subiendo de 20 a 30 nudos, lo que nos obligó a poner rumbo a Natal.

Remontando el rio Potengui, alcanzamos el elegante “Iate Clube do Natal”, donde pusimos finalmente pie en Sudamérica continental, luego de tres meses de existencia insular. Desde que zarpamos de Agadir a fines de enero, habíamos saltado de isla en isla por el Atlántico. Primero fue Fuerteventura, luego Gran Canaria. Le siguieron Sal, Sao Vicente, Santo Antao, para finalizar con Fernando de Noronha.

Luego de visitar algunas playas en el entorno de Natal, entre ellas la famosa Pipa, continuamos viaje hacia Cabedelo, en el estado de Paraíba. Remontando el río Paraíba, alcanzamos la Marina Jacaré Village, donde según cuentan los parroquianos, pueden verse las más bellas puestas de sol del mundo.

Los planes para el futuro: nos quedaremos cerca de un mes en Cabedelo, a la espera de que declinen los vientos “pampeanos”, que llegan desde Argentina en esta época del año, impidiendo que podamos remontar la costa hacia el sur.

Agradecemos mucho a nuestros amigos Anton y “Fichte”, que a pesar de nunca haber navegado antes, tuvieron un excelente desempeno, y nos acompañaron con gran alegría y entusiasmo hasta el final de esta larga etapa. También a todos los que nos apoyaron en etapas anteriores, en especial a David Donoso, Daniela Thomas, Daniela Salles y Cristian Villablanca, que aportaron con muchas millas de timón y guardias para ahora podamos estar disfrutando del mágico asaí.

Por último, un gran abrazo para todos los amigos y familiares que nos siguen por expenews! gracias totales a todos!